Superman: Ayer, hoy y mañana.

¿Dónde se mete usted últimamente, caballero?, se preguntaría la gente que leyera este blog, si es que tales personas hubieran existido en algún momento. La respuesta es que a veces la vida tiene planes para nosotros que no podemos ni imaginar y en mi caso, entre estudios y… ¡haber tenido un hijo!, no es que a uno le haya sobrado el tiempo para dejarse caer por acá. Ni, ya puestos, para escribir, leer o ni siquiera ver alguna película o serie.

Por otra parte, no han sido pocas las horas en las que tenía el bebé en brazos durmiendo, sin poder hacer nada más que caminar por la estancia, pues este se despertaba si detenía el movimiento. Fue así como servidor llegó a la conclusión de que ponerse algo de fondo era una buena opción, algo ya conocido y de lo que por tanto perder el hilo no fuera algo frustrante.

Y así es también como llegué al revisionado de Smallville y, en consecuencia, a pasar mis buenos ratos pensando en qué tendrá Superman que no me canso de leer sus historias, de verlas y de revisitarlas. Cabe decir para empezar que no me considero ningún experto en el personaje, aunque sí alguien que ha disfrutado de sus aventuras en no pocas ocasiones, guardando muy gratas memorias de dichas lecturas. De estas, muy posiblemente sean las efectuadas en mi infancia y juventud las que marcaron para siempre mi forma de entender a Clark Kent/Superman, así como la importancia que tiene para mí.

Superman es mi padre

Por tanto, hoy me dispongo a hablar de este personaje, caído de entre los cielos y criado por una pareja de humanos que lo adoptaron, hasta que ya de adulto el muchacho no pudo si no preguntarse por sus orígenes, ya que poseía una fuerza prodigiosa. Así, cuando sus padres adoptivos le cuentan cómo lo encontraron, y tras aprender sobre sus orígenes, decide convertirse en héroe y se dedica a enfrentar toda clase de amenazas contra la humanidad, sean desastre naturales o monstruos enviados por su archienemigo.

Parecidos razonables.

Vale, perdón, ciertamente el concepto se ha extendido a lo largo de los años y ahonda sus raíces en los héroes mitológicos clásicos, los cuales cuando son actualizados toman prestado mucho a su vez del personaje. No obstante, no me refiero a un semidiós, si no a un alienígena caído en una nave espacial y que poseería no solo una gran fuerza, si no poderes especiales como volar y lanzar rayos de energía, usando todos estos para enfrentarse a toda suerte de villanos.

De nuevo, una confusión comprensible.

De todas estas y otras coincidencias hablaré quizás otro día, pero claro está que el concepto es por fuerza interesante, si no no encontraríamos tantos derivados o similitudes. Y aun así siempre me sorprende la cantidad de gente que, pese a lo famoso que es Superman, no parece verle la gracia. Claro está, y como pasa con absolutamente todos los personajes e historias, no es para todos/as. Sea como sea, cuando razonamientos tipo «Es un tío muy fuerte y que vuela, ¿Qué gracia tiene eso?» mi respuesta siempre suele ser similar. Es cierto que Superman es fuerte, absurdamente fuerte. Y que vuela. Y que es más rápido que una bala, que lanza rayos por los ojos. El tipo incluso tiene rayos-x y aliento gélido, y si nos ponemos técnicos podríamos hablar de otros poderes que, aunque menos conocidos, también están ahí. Y también es cierto que nada de esto lo hace especial. No es casualidad que hoy en día haya cientos, si no miles de personajes muy similares, capaces de imitarlo en casi cada detalle, ya que no tardaron en salirle imitadores al Hombre de Acero.

Pero nada de eso es importante. Para mí, lo más interesante del personaje es lo que hace con todo ese poder. Kal-El podría haberse convertido con bastante facilidad en un tirano, un déspota que gobernase el mundo en el que vive sin que nadie pudiera oponérsele, excepto honrosas excepciones. No obstante, es más habitual verlo deteniendo a supervillanos, socorriendo gente ante un desastre natural, ayudando a frenar un coche fuera de control (o un tren o un avión, lo que surja) o rescatando a un gato que se ha quedado atrapado en un árbol. La pregunta es ¿por qué alguien que es un dios entre mortales perdería su tiempo en tales cosas? No solo en ayudar al prójimo, si no en tareas tan mundanas, tan pedestres.

Esto es algo que, por cierto, parece que nunca alcanza a comprender su némesis, Lex Luthor. Ve al héroe e imagina todo lo que haría con ese poder. Lo envidia y, al tiempo, no entiende porqué ese alienígena es como es. Algo parecido diría que le pasa a quienes ven al personaje y solo se fijan en su poder, pero no ven el resto. Ven al súper, pero no ven al héroe. No ven al hombre y eso que es de este de donde surge la mayor de las virtudes de Superman.

Claro está, Clark Kent no es un hombre común y esto es algo que no tardé en descubrir en mis primeras lecturas de sus aventuras. En aquella época (tendría yo unos diez años) no habría sabido definir qué me cautivó, pero en retrospectiva puedo decir que era precisamente esto, la capacidad que tiene Superman para actuar como un encarnación de la esperanza y la bondad. Es inevitable pensar que el mundo sería mejor si alguien como él existiese. No porque protegería al mundo de amenazas ignotas, sino porque en caso de necesidad, el Hombre del Mañana no solo te salvaría, si no que nunca tendrías la sensación de que ha perdido el tiempo teniendo que salvarte. Tendría alguna palabra amable reservada para ti, un consejo o su sonrisa sincera. Y todo ello porque su papel en el mundo es el de ayudar siempre que pueda, ya que así se lo ha propuesto.

Sus historias, por cierto, se pueden enfocar de muy diversas formas, pero mis favoritas son aquellas que toman ese propósito de traer la esperanza al mundo y lo llevan a sus últimas consecuencias. En estas, ese «Siempre que pueda» se transforma en un «Siempre», sin más. Si él está cerca, todo saldrá bien. Aunque no sepas cómo. Cuando todo parezca perdido, Clark Kent salvará la situación, cueste lo que cueste. Y alguien podría decir que esto le resta tensión a sus historias, pero a cambio gana la capacidad de contar historias de esperanza, de estas que te llenan el corazón y te dejan con la sensación de que, pase lo que pase, podemos confiar en que en el mundo hay gente buena que pondrá todo su empeño en hacer de este un lugar mejor. Es, fundamentalmente, un personaje de cuento.

He de decir, eso sí, que mi visión del personaje puede estar fuertemente sesgada, debido a que este fue el primer cómic que leí del personaje:

Y mirad si es coincidencia que este tomo recopilatorio contaba justo lo que sucedía tras la muerte de Superman. Como lector de tierna edad sin contexto previo, lo que sucedió es que no viví nada del drama que supuso para los lectores habituales de aquel entonces, pero sí disfruté de los resultados.

Os pongo en situación: tras una lucha que lo lleva al límite, Superman muere, aparentemente, defendiendo la Tierra. Por ello se realiza un funeral con todos los honores y es enterrado entre lágrimas. Sin embargo, un tiempo después y tras numerosas desgracias derivadas precisamente de su defunción, Kal-El se pone en pie una vez más. La buena noticia era que su cuerpo solo requería de tiempo para curarse. La mala, que sus poderes aún iban a tardar en volver a él, pues el proceso curativo aún no había sido completado. Y una noticia aún peor, el mundo necesitaba de su héroe YA.

¿Qué hizo el kryptoniano? Pues…

No perder el tiempo y aceptar un desafío y una responsabilidad para las que no estaba preparado. Una tarea imposible, ante la cual no debería de poder triunfar. Claro está, ya podéis suponer que las probabilidades no cuentan para nada cuando hablamos de Superman.

Ya de adulto puede costar entender cuál es la gracia de estas historias, si uno no está familiarizado con este tipo de narrativas, pero os digo de primera mano que mi joven e infantil mente quedó impregnada de las ideas fundamentales que extrajo de esta historia. Sus imágenes, sus palabras, están marcadas en mi corteza cerebral con la fuerza propia del héroe del que hablamos. Y la verdad, creo que solo puedo sospechar hasta que punto pudo condicionar mi forma de entender los cómics, los héroes, las historias e incluso la vida en general.

Hay otro aspecto importante del personaje que aquí solo llegué a atisbar. Y es que esta forma de afrontar la adversidad, de representar la esperanza, tiene como consecuencia que una vez se ha logrado triunfar ante el desafío, lo que queda es la felicidad y el goce por la vida. Quizás estoy haciendo un poco de trampa, ya que aquí el kryptoniano acababa, literalmente, de resucitar, recuperar sus poderes y vencer al mal, algo que desde luego no sucede todos los días. ¿No es acaso para estar contento?

Sin embargo, este aspecto del personaje también se percibe con facilidad en la que quizás sea la versión más conocida del personaje, la de la película de 1978 con Christopher Reeve encarnando al héroe, donde creo que todas las ideas que he mencionado hasta ahora quedan ilustradas a la perfección. Esperanza y heroísmo se dan la mano aquí en un hombre que todo lo puede y que dedicará todas sus energías a hacer del mundo un lugar mejor para todas las personas en él.

No me voy a extender, ya que estas películas dan para mucho y en relación a lo que quería contar sería repetir las mismas ideas, pero sí diré que el primer film de esta saga tuvo tal éxito que aún a día de hoy se realizan la mayor parte de películas del género superheroico copiando su misma fórmula.

Superman es mi hermano

Con todo lo ya explicado, no os extrañará que pueda afirmar que, para mi, Clark Kent es no solo el primer superhéroe como tal, sino que es el definitivo. ¿Los demás? Solo son sombras, repeticiones y variaciones. Sé que hay mucha gente que lo encuentra insulso, aburrido o anticuado, pero para mí más bien se trata de que el público más general, aquel que lo conoce a través de lo que la gran pantalla le ofrece, no ha tenido la oportunidad de ver una adaptación en condiciones desde hace ya demasiado.

La pequeña pantalla, en cambio, ha sido más agraciada (y agradecida) en este sentido. No solo encontramos ejemplos maravillosos en la animación, si no que series como Lois & Clark se esforzaron por adaptar el personaje ajustándose al apretado presupuesto propio de la televisión . Sin embargo, mi relación con Superman no se extendería más allá de lo ya comentado hasta llegar a lo que sería para mi un reencuentro años más tarde, un puente entre la adultez y la infancia: Smallville.

Si conocéis la serie empezaréis a daros cuenta de lo irónico que esto resulta, pues se trata de una serie de Superman sin… Superman. A priori, es una serie precuela que narraría los años mozos de Clark, su juventud mientras aprende sobre sus propios orígenes y se desarrollan no solo sus poderes si no la forma en que se relaciona con la humanidad.

Es aquí donde empecé a ver facetas del personaje que para mi eran desconocidas hasta entonces. Y es que al contrario que Marvel, DC Cómics narraba las aventuras de sus personajes no como si estos fueran humanos con poderes, si no más a menudo como si estos fueran semidioses entre los mortales. No es para menos, sabiendo lo que sabemos de Kal-El, pero asombrosas como podían ser sus aventuras primigenias, no fue hasta que aprendieron de la competencia que les había copiado, que el personaje de Superman estuvo completo.

Es a partir de entonces cuando Superman se torna un personaje muy polivalente. Si el guion acompaña puede ser protagonista de historias muy dispares. Sin entrar en detalle, yo las dividiría entre las aventuras en las que:

  • Su poder es protagonista (aquellas en las que con facilidad detiene a los villanos y se impone a estos). En estas más que emocionarnos, nos maravillamos ante la posibilidad de un mundo donde el mal jamás podría triunfar, con un ángel guardián como este velando por nosotros. Sería el caso de «Superman contra el Klan», la cual se explica sola con ese título.
  • Lo importante es el desafío. Estas se centran en la épica y por ello son historias en que aparecen grandes rivales, amenazas terribles ante las que uno se llega a preguntar, quizás no si Superman podrá vencer, si no si lo logrará salvando a todas las personas en peligro, el mundo, etc. Son aquellas en las que se enfrenta a sus enemigos archiconocidos, como Zod, Juicio Final, Mongul, etc.
  • Historias en las que el protagonista no es el héroe, si no su humanidad. Y es que, ante todo, Superman es un hombre humilde, hijo de una pareja que lo crio en una granja en Kansas y cuya mayor ambición no es si no hacer las cosas lo mejor que pueda. Tienden a ser historias familiares, autoconclusivas, centradas o bien en sus relaciones personales o en personajes de aparición puntual que son ayudados por Clark. Un buen ejemplo lo encontramos en «Superman: Las cuatro estaciones».

Efectivamente, no son categorías cerradas y a menudo se entremezclan, pero no siempre con el mismo acierto. Como decía, la serie Lois & Clark utilizaba su constreñido presupuesto para contar historias de la icónica pareja, pero priorizando la humanidad del personaje por encima del mito del héroe, ya que tampoco hubieran podido hacerlo en condiciones ni, se entiende, era lo que la serie quería ser. En cambio, Smallvile… bien, esta juega en otra liga.

No diré todo lo que quisiera, pues son diez temporadas de serie y ya solo entender cómo diantres llegó a durar tanto puede ser en sí mismo un quebradero de cabeza. Smallville era una serie que lo tenía todo, para bien y para mal. Empezó con un joven Clark intentando hacerse un hueco entre el resto de la chavalada en el instituto, sin que nadie se diera cuenta de que se pasaba los días salvándole. Tiempo después, la serie llevó a un ya no tan joven Kent, deseoso de llevar a cabo su papel de héroe de la mejor forma posible, a ser el líder de una suerte de Liga de la Justicia descafeinada (al no poder la serie usar a los personajes más icónicos de la misma).

Cogió al personaje y lo llevó a terrenos desconocidos y… ¡funcionó! A estas alturas el mito está ya tan consolidado que Tom Welling no necesitó vestir el traje de Superman ni una vez (excepto unos muy escasos segundos al final del todo, sin llegar a verse del todo) para que lo asociemos inmediatamente con él. Smallville era a menudo cutre, con líneas argumentales que no iban a ningún lado, reutilización obsesiva de tropos y efectos visuales cuestionables, pero creo que sobrevivió a todo ello porque entendía al personaje a la perfección y sabía cómo utilizarlo, como exponerlo a situaciones que no nos eran tan alienígenas a quienes la veíamos en su día.

Clark estaba a menudo contra las cuerdas, primero porque no había aprendido todavía a utilizar sus poderes, pero también porque en esta versión de sus orígenes parecía haber una cantidad de kryptonita tal, que hasta que la serie avanza unas cuantas temporadas el pobre parecía tener que temer más por su vida que por la de quienes tenía que salvar. Pero todo esto daba igual, porque casi era más interesante saber si al final le confesaría su amor a la chica que le gustaba (primero Lana, luego Lois), si su amigo Lex Luthor (!) descubriría su secreto o si el pobre Clark lograría aclarar su pobre cabeza al descubrir que no solo tenía poderes, ¡si no que era un alien!

En resumen, esto es lo que pasa cuando lanzas al personaje en medio de un drama adolescente. Como no, siendo como es Superman, sobrevivió y no solo eso, si no que en algún momento el equipo debió darse cuenta de que mientras respetasen la esencia podían escribir cualquier historia. Y así es como con el avance de la serie, esta pareció perder todo atisbo de vergüenza y encontramos capítulos que son historias de espías, remedos de Saw, de Matrix, un apocalipsis zombi e incluso un capítulo en que Clark ayuda a Papá Noel a repartir regalos. Todo vale.

Esto es lo que sucede cuando se entiende que este es uno de esos personajes que es «más grande que la vida», como suelen decir los angloparlantes. Con Superman, en este sentido, ocurre lo mismo que con otros como Robin Hood u otros superhéroes, como ya comenté en su día. Si se entiende la esencia de estos se pueden contar miles de historias distintas y todas ellas funcionar, pues en cierto sentido son más arquetipos que personajes en sí. Se puede adaptar algunas de sus características al tipo de narrativa que deseemos, siempre que el personaje siga siendo reconocible e incluso si lo alteramos suficiente llegaremos a las versiones alternativas, a la referencia, la parodia o incluso la copia.

Sin embargo, y para lo que nos ocupa, quiero que se entienda que Smallville cuajó muy bien conmigo y no precisamente por serme muy familiar el personaje, ya que conocía poco más que lo ya mencionado. En cambio, esta serie estaba repleta de referencias de las que no podía si no buscar de donde venía cada una, cada detalle, personaje, trama, cuáles eran sus correspondencias en los cómics, etc. Tras diez temporadas, conocía mucho mejor al personaje y le había acompañado a través de su madurez, desde su adolescencia hasta haberse convertido en un Superman adulto, totalmente conocedor y comprometido con su papel como héroe y símbolo de la esperanza.

Además, durante esos diez años de acompañamiento, yo había cambiado mucho como persona, había leído mucho y me había identificado a menudo con los problemas más humanos del pobre Clark. Sencillamente, le había tomado cariño y pese a sus numerosos problemas (más evidentes, si cabe, al revisitarla), siempre le guardaré un cariño especial a esta serie. Sin embargo, cuando terminó, yo aún estaba en mis años formativos y me quedaba un buen trecho hasta llegar a mi propia adultez.

Superman es mi hijo

Han pasado desde entonces más de diez años y las versiones más recientes del personaje en la gran pantalla me han parecido de todo menos acertadas. No es mi intención criticarlas ni explicar porqué no me gustan, pero de nuevo creo que la lúgubre mano del capitalismo ha querido domeñar a la que consideraba una de sus propiedades más rentables, exprimiéndola y enriqueciéndose. Solo así puedo entender algunas de las decisiones de Warner a la hora de intentar crear su universo cinemático, priorizando sus objetivos empresariales y no dejando espacio a las historias que deberían haber sido contadas.

Y es que, como decía antes, el personaje es tan icónico que se puede contar con él para casi cualquier tipo de historia, siempre que se respete su esencia y se la adapte al contexto, no solo de la narración, si no también de la audiencia. Dos buenos ejemplos son la muy reciente serie de animación My adventures with Superman, destinada a un público más infantil o juvenil, mientras que Superman & Lois toma el siguiente paso lógico tras Smallville y lo aborda desde la perspectiva del hombre de familia, del padre y marido que debe compaginar estos roles con su trabajo: salvar el mundo.

Como decía, ha habido muchos cambios recientes en mi vida y ser padre es el más importante sin lugar a dudas. Parece ser que no soy el único y para Clark Kent el tiempo también pasa. Ya en los cómics hace tiempo que podemos verle con estos dilemas familiares, criando a su hijo, Jon, junto a Lois, ¡Incluso este ha crecido y ha terminado convirtiéndose en el portador del nombre «Superman»! Y tal y como en su día podía entender los dramas que mostraba Smallville (y que hoy en día no puedo si no calificar de dramones adolescentes), hoy me siento más cercano al compromiso que necesita Clark en sus nuevas aventuras como progenitor, el balance que es necesario para seguir sosteniendo el mundo que te rodea y al mismo tiempo estar presente como padre, educando, cuidando y amando sin reservas.

El hijo de Clark nació como un niño cualquiera, sin poderes que le hicieran distinto, aunque ya bastante especiales son los bebés. Fue con el paso del tiempo que vimos (y estamos viendo) todo lo que es capaz de lograr por sí mismo, con lo heredado. Y no hablo solo del poder, si no también con el corazón, el espíritu del mismísimo hombre de acero. No miento si digo que cuando miro a mi propio hijo, me pregunto también hasta donde será capaz de llegar y hasta qué punto podré ayudarle, contribuir a hacerse su propio camino. A que llegue allí donde él desee y en sus propios términos. Este es quizás el mayor de los poderes del kryptoniano, el de inspirarnos para que nos esforcemos por sacar lo mejor de nosotros mismos, por querer ayudar sin reservas y así tener la esperanza en un mañana mejor.


Superman nació hace ya noventa años de la mano de Jerry Siegel y Joe Shuster y desde sus primeros números se convirtió en un faro de luz en medio de la oscuridad propia de un época como aquella, con Estados Unidos aún viviendo la Gran Depresión y con una segunda guerra mundial en ciernes. No es extraño que un cómic con un protagonista como este sirviese para tanta gente para escapar durante un rato de los tiempos que se vivían, pero igualmente entendible es que el personaje no puede ser escrito a día de hoy sin adaptarse a los miedos y penurias actuales, que los hay y no pocos. Hay que recordar porqué el mundo ama a Superman, así como porqué este ama al mundo que le acogió.

Siegel y Shuster, humildes y con pocos recursos económicos, vendieron los derechos del personaje por 130 dólares. Sobra decir que Superman vale mucho, mucho más, pero la cuestión es que no es lo mismo poseer los derechos del personaje que poseer al personaje. Este último, creo yo, es ya un bien común y como tal lo deberíamos de entender. No podemos crear nuestras propias historias con él y venderlas, al menos no legalmente, pero sí podemos crearlas para nosotros/as mismos/as, podemos imaginar nuestras propias versiones y podemos contar historias a nuestros hijos/as con él de protagonista. O quizás no sea él, pero sea otro héroe con gran poder que esté dispuesto a enfrentarse al mal, cueste lo que cueste, alguien que herede su mismo espíritu para así lograr que prevalezca la justicia y llevar la esperanza allí donde sea necesaria. Nadie nos podrá quitar eso.


PD: Durante la escritura de este artículo cayó en mis manos «Superman: Arriba, en el cielo», con guion de Tom King y dibujo de Andy Kubert. Os recomiendo su lectura, al ser una aventura del héroe que representa con soltura muchos de los conceptos de los que he hablado: Una niña es secuestrada por una raza alienígena por motivos desconocidos y Clark decide ir a buscarla, a pesar de no tener pista alguna y poder estar ésta en cualquier lugar del universo. Cada segundo cuenta, no solo por la propia niña, si no porque cada instante que Clark pasa fuera del planeta Tierra, este siente su ausencia. ¿Logrará Superman cumplir con su deber y no abandonar a nadie que necesite de su auxilio?

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