Es probable que, si has leído alguna vez algo en este blog o si en alguna ocasión hemos hablado, sepas que hablo bastante de Superman. También es posible que conozcas lo que representa Superman o, al menos, lo que representa el personaje en sus mejores historias: la esperanza.
Pero a veces perdemos la esperanza. A veces todo parece que vaya mal. Mires donde mires, solo ves injusticias y un mundo que parece venirse abajo por momentos. Un mundo que a veces te pone contra las cuerdas y te hace cuestionarte si realmente merece la pena seguir luchando.
Si vienes de haber pasado una mala racha, si llevas todo el día pensando en esa clase de cosas, quizás necesites que tu niño/a interior se tome un respiro en esto de ser un persona adulta. Y puesto que todavía quedan unos días para el estreno de esa película a la que tantas ganas le tienes, decides volver a ver la película de Superman de 1978. Imagina que no es tal y como la recordabas.
No pretendo hoy explayarme en dicha película, ni hacer una crítica de la misma. La pobre ha envejecido como la leche, no solo a nivel de efectos especiales (algo que, de todos modos, nunca fue importante para mí) sino en otros apartados, como los chistes que pueblan los segmentos de Luthor y su panda, la caracterización de Lois o el modo en que se inicia y desarrolla el romance de Superman con la susodicha.
La cuestión es que, de repente, me encontré con un terrible pensamiento. Estrictamente hablando y según mi estado mental en ese momento, no existe ninguna película de Superman que pueda disfrutar, por un motivo o por otro (las series ya serían otro cantar). Por tanto, toda la ilusión que llevaba acumulando de cara al estreno de la nueva película, iba a chocar como un tren sin frenos con lo que quedaba de mi niño interior. Llegué a pensar en no ir al cine, lo juro.
Pero fui. Y pocas veces he estado tan contento de haber mantenido la esperanza en que, al final, todo saldrá bien.

La película no es perfecta. Sé que esto se puede decir (o se debería de poder decir) de todas las películas, pero a veces vale la pena recordar lo obvio. Vale la pena, en este caso, porque aunque sé que no es perfecta, yo la sentí como tal. Es la película que necesitaba para recuperar la fe en el personaje, en que todavía existen proyectos capaces de hacerme disfrutar como si todavía fuera un niño, sin darle mil vueltas a las cosas, solo pensando en todo lo bueno, en cómo de feliz te has sentido durante ese rato y en cómo de contento saliste del cine. Tan contento que, de no ser yo un adulto funcional con una miríada de responsabilidades, habría vuelto a verla al momento.
No puedo decir mucho más sin hacer algún que otro spoiler, aunque no desvelaré nada de la trama principal. ¿Estamos de acuerdo? Venga, allá vamos.
Supe que la película iba a gustarme ya en los primeros momentos. Aunque mi pensamiento expresaba dudas, cautela, la parte más emocional de mi sistema nervioso estaba ya cargándose de energía. Y es que, en tan solo una escena, la película da a entender muchas cosas. La música, una revisión de la archiconocida de John Williams, nos ayuda a conectar con el pasado del personaje. Algo útil porque esta película no nos cuenta su origen, dando por hecho que todo el mundo lo conoce, aunque sea de forma general. Sin embargo, el diálogo de esta película con el pasado es más complejo.
Mucha gente piensa que el personaje es aburrido, soso, porque al fin y al cabo tiene tantos poderes y un carácter tan bueno que es… ¿Perfecto? Y en cada una de las películas esto se mostraba de un modo u otro. Superman nunca ha fracasado en la gran pantalla, excepto de forma temporal y solucionada antes de terminar el respectivo film. Así pues, que esta vez todo empiece con Superman cayendo derrotado, da a entender que la película sabe lo que la gente espera y juega con esas expectativas. Vemos a Superman sangrando, a penas capaz de moverse. Podría pensarse que a pesar de la paleta notablemente más saturada de colores, vamos a volver a ver una versión cruda del personaje, algo similar a lo que Snyder nos trajo, donde se daba a entender que una versión adulta («realista», dirían algunos) de Kal-El debería nutrirse argumentalmente del drama y del sufrimiento, del problema y la lucha ante la desesperación. Por supuesto, entonces entra en juego el perro.

Krypto es una genialidad por muchos motivos. Para empezar es un perrete, algo que siempre alegra el corazón. En segundo lugar, ayuda a que, incluso en los peores momentos, Superman no esté solo, permitiendo además que la película juegue todo el tiempo con la tensión y el humor. Por otra parte, por motivos que se nos rebela más adelante, Krypto no está bien educado, así que se trata de un torbellino de nervios que obra como excusa para que sucedan cosas que el publico a veces necesita (un poco de catarsis nunca viene mal), pero que la moralidad de Superman no puede permitir. Finalmente, la relación de Clark con su perro nos cuenta muchísimo del héroe, sirviendo de enlace no con su origen alienígena, sino precisamente con su lado más humano.
Si os gustaba cómo el Superman de Reeve tenía tiempo para salvar a un gato atrapado en un árbol, esta versión de Clark Kent tiene mucho más de esto y siempre lo vamos a ver dándolo todo para salvar a toda criatura viviente que pueda. Solo que, al contrario que las películas clásicas, cuando esta decide que es hora de la acción, todo sucede a un ritmo frenético (cabe decir que, aunque las escenas son muy dinámicas, no resultan confusas, lo cual es de agradecer), por lo que cada salvamento que realiza Superman se percibe como un gran esfuerzo por su parte por estar en todos lados y salvar a todo el mundo. Es algo que quizás costaría de creer con otros personajes, pero no con este. Para mí, esa siempre fue la gracia de Superman y esta película lo transmite a la perfección. En suma, te hace desear que ojalá hubiera en nuestro mundo alguien como él.
Hay mucho más que comentar, claro, tanto sobre lo que funciona como sobre lo que no tanto, pero quizás de todo ello lo más rescatable es esta nueva Lois (y ya puestos, todo el plantel del Daily Planet), toda ella agallas e intuición y su relación con Superman. Como empezamos in medias res, nos podemos ahorrar el inicio de la relación amorosa entre ambos, aunque nos deja en un punto muy curioso, muy interesante. Tras tres meses de relación, tenemos todo lo bonito que pueda ofrecer una relación romántica incipiente y prometedora, pero también pudiendo abordar los conflictos que ya empiezan a surgir entre ambos y de los que ninguna relación se libra jamás. Dudas, enfados, reproches. Antes de ver la película sabía ya de estas escenas y me daba miedo cómo pudieran estar llevadas. Pero, si me preguntan a mí, sirven para retratar mejor que nunca la humanidad del personaje, su falibilidad. Que, al contrario de lo que se pueda pensar, no es perfecto, aunque él lo intenta. Su corazón siempre estará en el mejor lugar, aunque sus acciones puedan estar erradas.

Esto es lo que nunca logra ver su némesis, Luthor. De nuevo, me atrevo a considerar a este Lex el mejor que he visto en una película. Resulta tan evidente la crítica a Elon Musk y su tecnoverborrea empresaria, así como su relación con el gobierno de EE.UU., que no me extraña que la derecha del país haya cargado contra el film por haber convertido a Superman en woke (pista, siempre lo fue). De todos modos no temáis, pues Luthor no es una mera parodia y aquí resulta más amenazante, insidioso y malévolo de lo que recuerde haberlo visto antes en el cine. Poco más puedo decir de él sin desvelar nada importante.
Podría hablar mucho, demasiado, sobre la película. Podría haberla dejado reposar un rato antes de decir lo que pienso de ella, pero me apetecía plasmar estos pensamientos, esta sensación. La música me ha gustado, me ha entusiasmado que la trama aborde los problemas geopolíticos que produciría la mera existencia de metahumanos (aunque no lo haga de forma ideal), las actuaciones me parecen todas perfectas, me he quedado con ganas de ver de nuevo a Mr. Terrific y a la panda de la justicia, el balance entre humor, acción y drama me parece genuinamente de diez (aunque esto no podría ser más subjetivo) y David Corenswet se ha incrustado con pasmosa y meteóricamente fuerza en mi corazón. Mejor no alargarlo más. Mañana no sé qué sucederá, pero hoy ha sido un buen día.
