Los Cuatro Fantásticos (1961-1963): El origen.

¿Cómo diantres hemos llegado hasta aquí?

Hay momentos en los que uno no puede sino preguntarse a sí mismo «¿por qué?». ¿Por qué emprendí este viaje? ¿Por qué elegí estos estudios? ¿Por qué dije lo que dije? Sin embargo, decidir leer todo el material publicado hasta la fecha de Los Cuatro Fantásticos no es uno de estos momentos, aunque el inicio de esta fantástica aventura pueda apuntar a lo contrario.

No es la primera vez que me meto en un berenjenal de proporciones similares, como cuando decidí que para poder disfrutar de «ese capítulo del Doctor Who del cual no paro de leer que está muy bien» debería antes verme toda la serie actual, la antigua, la película y todo el material adicional que existiera sobre el personaje, en estricto orden cronológico. No me arrepentí en su día ni lo hago ahora, porque cuando uno se zambulle en una narrativa de tales proporciones, si la cosa sale bien, las sensaciones que produce llegar al final de un camino semejante pueden llegar a dejarnos una marca indeleble, un recuerdo inolvidable. Y en caso de que viéramos que la historia en cuestión no es plato de nuestro gusto, siempre estaremos a tiempo de abandonar y pasar a otra cosa.

Con Los Cuatro Fantásticos (4F a partir de ahora) me pasa algo curioso, y es que siempre me han resultado a la vez familiares y desconocidos. Cuando era pequeño, Planeta publicó un coleccionable en cincuenta tomos del cual hablaremos otro día, abarcando este la etapa de John Byrne como guionista. Durante mucho tiempo, aquellas historias fueran para mi algo así como la obra completa, pues en ellas quedaba encapsulada la práctica totalidad de la mitología de los personajes, su esencia, además de ser mi puerta de entrada al universo Marvel. No fue hasta años más adelante que adquirí algunos volúmenes más, actuales en aquel entonces pero ya historia antigua a día de hoy. Y claro, en esas otras aventuras se habían añadido otros muchos personajes, aliados y enemigos, de los que yo no tenía conocimiento alguno.

Era emocionante leer aquellas nuevas historias, pero pese a que intenté mantenerme al día con aquella nueva etapa (a la cual ya llegaremos en esta relectura), seguir el ritmo de publicación de la obra en vez de adquirir el coleccionable de forma semanal, que era a lo que yo me había acostumbrado, acabó por matar mi interés. Ahora, han pasado años y la historia se repite, pues me dicen «Lee esta nueva historia de los 4F, que es muy buena». Y mi cerebro no puede sino pensar: Vale, pero hagámoslo bien: desde el principio.

Unos inicios no tan fantásticos.

Como decía, leer cómics pasado un tiempo es casi como leer historia antigua, como encontrar un extraño animal fosilizado en un perfecto estado de conservación. Su imagen es hipnótica, mostrando una naturaleza extraña, difícil de creer, como si nuestra mente se resistiera a tomar por cierto aquello que contemplamos.

En realidad, este efecto siempre lo han tenido los cómics de los 4F, que juegan con el concepto de aventura y lo llevan a lo cósmico, hasta sus extremos más hiperbólicos, hasta el confín del universo conocido y mucho más allá.

Esa sensación ya la encontramos desde sus inicios y fue esta capacidad para maravillar lo que contribuyó a crear una sólida base de lectores. Y no dudo de la calidad de la obra vista en su contexto, pero la realidad es que lo de contemplar un fósil y no creer en lo que vemos lo decía en más de un sentido, pues vistas estas aventuras desde la actualidad generan una extrañeza que es difícil de sortear. Y no lo digo en el buen sentido.

El origen del supergrupo es conocido. Reed Richards, científico (así, en general) y hombre ambicioso como pocos, decide operar un cohete sin que nadie le dé permiso, con ayuda de su novia, el hermano de esta, y el mejor amigo de Reed. Ellos son Sue y Johnny Storm, y Ben Grimm, quienes junto a Reed se convertirán en los 4F tras recibir un aluvión de rayos cósmicos en su imprudente viaje espacial. Este primer viaje será contado varias veces en números futuros alterando los detalles, pero manteniendo la esencia.

Cómo es que luego no hay represalias gubernamentales o personales contra Reed, es algo difícil de explicar. De hecho, queda nombrado automáticamente y de facto como líder del grupo, prometiendo sus miembros que usarán sus recién adquiridos poderes para ayudar a la humanidad.

Estas primeras historias, en todo caso, adolecen de que el guion era improvisado semana tras semana, mezclando las contribuciones de Lee y Kirby con una discordancia tal que hace que la continuidad entre números fuera algo poco más que anecdótica. Las inconsistencias en la narrativa llegan a ser hilarantes en algunos puntos, pero también las encontramos en los diseños, que también cambian de un número a otro para luego revertir a lo anterior varias veces. Esto sucede con los cuatro personajes, pero es especialmente gravoso en el caso de Ben, que no alcanza el diseño que tenemos todos en mente hasta ya bien adelantada la cosa.

Una familia disfuncional.

Pero bueno, nada de todo ello impide disfrutar de estos inicios de la obra, que establece número tras número los elementos que más adelante se convertirán en tan conocidos para los asiduos. Encontramos ya aquí la famosa torre Baxter, el fantasticar y los uniformes (no existiendo ninguno de ellos hasta llegar al tercer número, donde fueron introducidos de forma poco ceremoniosa). También encontramos ya villanos como Namor, el Maestro de Marionetas, el Fantasma Rojo o el mismísimo Doctor Muerte. Algunos de ellos han permanecido inalterables, como el Hombre Topo, primer enemigo del grupo, pero otros como el Doctor Muerte fueron ganando en presencia con los años (su diseño e historia eran prácticamente idénticos desde el inicio hasta la actualidad, pero su motivación para iniciar este primer enfrentamiento es cuanto menos hilarante, llevando a que la Cosa casi acabe pasando sus días como pirata, con barba, parche y todo lo demás).

De nuevo, si uno lee estas historias sabiendo a qué años pertenecen puede ignorar estos aspectos y continuar la lectura, disfrutando entonces de la arqueología comiquera. Lo que puede resultar más hostil de leer a día de hoy es el ideario político y moral que subyace a esta etapa, el tono que impregna la práctica totalidad de las escenas.

De una parte, a los 4F no se les llama la primera familia por nada, pues aunque de inicio solo dos de sus miembros tienen relación familiar, el grupo por entero parece realmente actuar como si eso es lo que fueran desde el primer momento.

Reed actúa como lo que se esperaba por entonces de un padre de familia, proveyendo económica y materialmente al grupo con todo lo que puedan necesitar y siendo su única pretensión más allá de lo que podemos llamar «su trabajo» el poder conseguir el cariño de su amada, Sue Storm, la Chica Invisible. El hecho de que Richards logre al mismo tiempo hacerse pesado al insistir en dicho objetivo y que a la vez parezca un hombre despegado y totalmente ajeno a las emociones humanas es ciertamente asombroso.

En cuánto a la Antorcha Humana y la Cosa, cumplen el rol de dos hermanos muy mal avenidos, pues la dinámica entre ellos se puede resumir en una pelea continua, relativamente inofensiva, pero que destruye una y otra vez todo el aparataje de la torre Baxter, para disgusto de Reed.

El porqué de este comportamiento tan irresponsable en individuos que ante las crisis se comportan perfectamente es algo difícil de explicar. Quizás la antorcha sea muy joven y Ben esté muy frustrado por ser el único que no tiene una apariencia humana, pero ambas situaciones cambiarán eventualmente y esta conducta no se verá modificada al mismo tiempo.

Ante estos altercados, solía ser precisamente Mr. Fantástico quien interviniera para detenerlos, limitándose Sue a comportarse como una madre angustiada e incapaz de controlar a dos «hijos» que la superan ampliamente, tanto en poder como en mala leche.

Y es que quizás no todo el mundo lo sepa, pero la entonces llamada Chica Invisible tenía poco que hacer, pues se limitaba a cumplir el papel de «la chica del grupo» que otros personajes similares de la editorial ejercían en sus respectivas formaciones por aquel entonces, como la Avispa o Jean Grey. Ninguno de estos personajes era tratado con el mismo respeto que sus compañeros durante aquellos años, siendo la maldición que parecía pesar sobre Sue Storm el ser siempre secuestrada por el villano, cual princesa de Super Mario.

Bien cierto es que la mitad de las veces logra escaparse gracias a su invisibilidad (siendo este su único poder por ahora), pero en general su rol durante las aventuras de esta época era tendente a la pasividad, mientras que fuera de las mismas se ceñía a ir a la peluquería, buscar vestidos bonitos y suspirar por la hercúlea y cuadriculada efigie de Namor.

Así las cosas, la función de Sue Storm en el grupo, por así decirlo, era la de ejercer de madre que cuida de sus hijos y, a la vez, de hija que debe ser salvada por el trasunto de figura paterna que es Reed. No es, desde luego, una buena etapa para leer si nuestro personaje favorito de los cuatro es Sue Storm. Hombres violentos junto a hombres cerebrales, mujeres débiles y emocionales, esta es la premisa de la que parte este grupo y más pronto que tarde las historias empiezan a resentirse de una dinámica que no ofrece mucho juego, más allá de un drama continuado que no parecía avanzar y que ha envejecido no precisamente bien. Por suerte, todo esto cambiaría, aunque de momento es lo que hay.

Las visiones políticas también se ciñen a lo esperable en estos años, siendo la motivación del viaje que convirtió al grupo en lo que es el ganar en la carrera espacial a los comunistas, enemigo mencionado varias veces y finalmente encarnado en el fantasma rojo, un científico soviético que replica el viaje espacial de los 4F para ganar él mismo poderes… ¡Junto a sus tres simios entrenados!

Resulta curioso que, pese a que Reed parezca empeñado en ayudar a su país en la lucha contra el malvado comunismo y este sea por tanto un tema recurrente, exista un número (bastante loco por cierto) en que los 4F terminan aceptando rodar una película porque Mr. Fantástico ha dilapido su fortuna, cayendo víctima de su amado capitalismo. ¿Una crítica involuntaria?

Podríamos decir que estos cómics empezarán a tomar la forma y tono que conocemos mejor ya tras el primer número anual, en el cual el grupo se enfrenta de nuevo a Namor, en una batalla más extensa, que no necesariamente más interesante, siendo el villano más reutilizado durante estos primeros episodios, junto a Víctor Von Muerte. Sin embargo, cabe mencionar antes de terminar esta reseña el número previo al anual, el número 21 de esta serie, donde los 4F se enfrentan a un villano cuyo poder es volver a todo el mundo en contra de los demás. Se trata del Aborrecedor y su aspiración es poco más que ¿controlar el mundo haciendo que impere en él el racismo y al intolerancia? Es una lástima que la historia no aproveche para hacer un comentario más profundo y crítico de estas ideas, pero el caso es que nuestros héroes demuestran que pese a todo lo dicho siempre tuvieron el corazón donde deben tenerlo quienes se dedican a su oficio y derrotan al villano, quien era, por cierto, nada más y nada menos que el mismísimo Adolf Hitler ataviado con un remedo de vestimenta del Ku Klux Klan. Casi nada.

Por suerte, la historia de los 4F no había hecho nada más que empezar y en un futuro volveré para contaros los cambios que esperaban a estos personajes, diría que para bien. Aún quedaba mucho para que se convirtieran en verdaderamente fantásticos.

Valoración: Etapa recomendada solo para fans acérrimos y a quienes les agrade la paleontología.

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